domingo, 14 de marzo de 2010

Delibes. Pasión por los pueblos y gentes de Castilla la Vieja.

Nos sumamos a los homenajes a Miguel Delibes por todo lo que significó, dando a conocer a los "urbanitas" la realidad del medio rural de Castilla la Vieja, un poco pesimista, pero auténtica en aquellos tiempos.
Cronista andariego que narró como son sus pueblos y sus gentes, historias de vidas verdaderas que Delibes encuentra en su camino, trasmitiendo su sentir para que las conozcan todos aquellos que viven ajenos al medio rural y sus problemas.




Sus gentes

El campo impregna su obra en la que nombra plantas y animales (milana bonita).

Ángel y Rosa podrían informaros sobre el interés de Delibes por las plantas silvestres, pues estuvieron hablando en persona de este tema con el autor en una visita que hizo a Torrepadre a raíz de una cacería.



Su campo

En su libro: "Castilla habla" describe Torrepadre de esta manera, "Es burgo chico que mezcla barro, piedra y ladrillo en su caserio"



Sus casas


Pocas casas quedan con adobe al descubierto.
Aunque a veces sus descripciones son pesimistas y parecen una denuncia de la situación precaria de los castellanos viejos, las cosas han cambiado y él tiene parte del mérito. Dónde esté, se alegrará de verlo porque en definitiva era un apasionado de estos pueblos, comprometido con la tierra dónde él habia nacido y donde quería morir.

Las casas están muy cuidadas






Y la gente lo pasa bien




Muchas descripciones de paisajes encontradas en sus libros se pueden aplicar a nuestro pueblo, cambiando nombres de personas y árboles:

"me volví y vi el llano y el camino polvoriento zigzagueando por él y, a la izquierda, los tres almendros del Ponciano y, a la derecha, los tres almendros del Olimpio, y detrás de los rastrojos amarillos, el pueblo, con la chata torre de la iglesia en medio y las casitas de adobe, como polluelos, en derredor. Eran cuatro casas mal contadas pero era un pueblo, y a mano derecha, según se mira, aún divisaba el chopo del Elicio y el palomar de la tía Zenona y el bando de palomas, muy nutrido, sobrevolando la última curva del camino. Tras el pueblo se iniciaban los tesos como moles de ceniza, y al pie del Cerro Fortuna, como protegiéndole del matacabras, se alzaba el soto de los Encapuchados donde por San Vito, cuando era niño y Madre vivía, merendábamos los cangrejos que Padre sacaba del arroyo y una tortilla de escabeche."

¡Qué ricos los cangrejos, la ensalada de escabeche y la tortilla!






Y seguiremos mejorando... Solo hay que ver lo bonita que ha quedado la plaza con sus bancos nuevos

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